jueves, 19 de noviembre de 2009

Despistando al animal que llevo adentro

Miradas secas que se fosilizan en la añadidura de estos días tóxicos. Hay una mortaja que cubre el cadáver en el que me convierto por unas horas mientras camino por allí figurándome ser un explorador en esta jungla cuyo Tarzan cada vez se va quedando mudo. Hay un reflujo condescendiente que no escatima en hacerme guiños. Son los guiños de la desaprensión. Tengo mucha fortuna de poder escabullirme del cadalso consuetudinario de estos días tan entorchados de iracundia, falsedad, desconfianza, vorágine y mucha, mucha grasa.

Acechos raros, pesadillas con tentativas de ser cristalizadas, aparecen en mi mente anquilosada de racionalidad. Estoy agarrando la manía de ir a los acantilados miraflorinos para sumergirme en una abstracción que tiene la virtud de calmarme. Inciensos futuristas vienen jaloneados por el humo de los cigarros que dejo que la intemperie consuma.

Mis pasos se hacen extraños. Siento que una conflagración se pergeña dentro de los bunkers donde mis muchos “yo´s” están reposando esperando prenderse con esa chispa que inesperadamente habrá de llegar exponiéndome a las objeciones recelosas del conciliábulo crítico. Tal vez haya algo de razón en ese recelo puesto que en las ensenadas de mis fijaciones aparentemente calmosas un animal, el animal que llevo dentro, reluce en el altozano cual lobo medianochero que aulla infatigablemente, yo le pongo mute y lo despisto para no acabar al menos por el momento como su bocado, que cuestiones aparte cuando lo sea mi piedra de toque, mi capacidad de discernimiento, hará que mi balanza frente a la vida disminuya el repelús al apagón paulatino de mis sueños secretamente albergados. Cuando llegue ese día la rutina me habrá decapitado.

2 comentarios:

  1. Muchos hombres que conozco parecen feroces fieras por afuera pero por adentro no son más que mansos gatitos... ;)

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