martes, 8 de marzo de 2011

Here

Greeting everybody I come back here hope for long time, fig, fig, fig =)

lunes, 30 de noviembre de 2009

CREAMFIELDS

Una desiderata invasiva me hace sombra en esas sombras de luces que eyectan sus filamentos entrecruzados y coloridos a la par del extasis que fluye en escaladas que llegan a revoluciones portentosas cuando los pinchazos van haciendo la introducción a las pistas mas ponderadas. Mi desiderata tiene que ver con el viaje que debí hace y no hice involucrándome así en ese zafarrancho de desboques y corazonadas donde la metamorfosis campea. Fui desempolvando mis desenfados que los deje enmoheciendo en mi vergel que de vergel ya solo tiene brozas y sarmientos secos. Fui porque estaba mi palabra en juego a pesar que no comulgo con la estridencia sicodélica. Creamfields es algo así como un averno al que sus fachas pintan como un edén de desapasionamiento, es decir la gentita no va alli a estar buscando engarces o copula, al menos no explícitamente, allí van a dejar sus loas al desenfreno que se lleva toda la carca que llevan dentro, o sino las que llevan otros. El ambiente se impregna.

Que si me gusto? Pues tengo que reconocer que sí pues hubo un momento en el que mis defensas fueron sucumbiendo a ese retiñido que me emplazaba a desmonsearme. Y pues empecé con esos pasitos roboticos, estrambóticos, mezcla de esclerosis y elasticidad, de dobles, desdobles y zangoloteos. Mi sofisticación llegó, y eso que no lo busqué cuando prorrumpió la tonada de Etienne de Crecy. Loquerío total para mis sentidos. Mis jaeces de caballo circunspecto se hicieron añicos, me volví un jumento silvestre que hace coces, que mueve la cola, que se deja llevar por la gravedad y que poco mas y me ponía a gatear en la llanura de ese Termopilas donde en vez de lanzas los combatientes alzaban sus celulares..

En la cordura de estos mis días y estando ya del otro lado de la orilla rememorativa puedo decir que mi incursión en esa experiencia fue poco menos que un enrevesamiento en el que bien puedo argumentar que mis sentidos fueron secuestrados o que fui dopado para llegar hasta allí. Pero eso no sería veridico. Fui, agarré viada, y cuando salí solo tenía hambre. Comí, me dio sueño, y al irme a jatear me metí una corrida dormilona de casi 16 horas.
Ahora que estoy sobrio puedo decir que fue un chubasco de criminalidad contra mi buena costumbre de no caer en excesos y contra mi oido incipientemente refinado por la buena y verdadera musica. Pero ni modo a veces tomo pendientes tribales, pendientes que me llevan a transfigurarme en un inefable australopiteco.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Despistando al animal que llevo adentro

Miradas secas que se fosilizan en la añadidura de estos días tóxicos. Hay una mortaja que cubre el cadáver en el que me convierto por unas horas mientras camino por allí figurándome ser un explorador en esta jungla cuyo Tarzan cada vez se va quedando mudo. Hay un reflujo condescendiente que no escatima en hacerme guiños. Son los guiños de la desaprensión. Tengo mucha fortuna de poder escabullirme del cadalso consuetudinario de estos días tan entorchados de iracundia, falsedad, desconfianza, vorágine y mucha, mucha grasa.

Acechos raros, pesadillas con tentativas de ser cristalizadas, aparecen en mi mente anquilosada de racionalidad. Estoy agarrando la manía de ir a los acantilados miraflorinos para sumergirme en una abstracción que tiene la virtud de calmarme. Inciensos futuristas vienen jaloneados por el humo de los cigarros que dejo que la intemperie consuma.

Mis pasos se hacen extraños. Siento que una conflagración se pergeña dentro de los bunkers donde mis muchos “yo´s” están reposando esperando prenderse con esa chispa que inesperadamente habrá de llegar exponiéndome a las objeciones recelosas del conciliábulo crítico. Tal vez haya algo de razón en ese recelo puesto que en las ensenadas de mis fijaciones aparentemente calmosas un animal, el animal que llevo dentro, reluce en el altozano cual lobo medianochero que aulla infatigablemente, yo le pongo mute y lo despisto para no acabar al menos por el momento como su bocado, que cuestiones aparte cuando lo sea mi piedra de toque, mi capacidad de discernimiento, hará que mi balanza frente a la vida disminuya el repelús al apagón paulatino de mis sueños secretamente albergados. Cuando llegue ese día la rutina me habrá decapitado.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Albricias de una nueva oportunidad

La viejecita que camina llevando la bonita cesta que se columpia en su antebrazo, que lleva el perfume de santa que le hacen ganarse una irreductible simpatía, que hace crispar su soledad dándoles de comer a los pajarillos que vienen a su pequeño jardin, lleva un sarcófago de vivencias tremebundas, lleva un gramófono de los quejidos más indelebles, lleva los óleos de la compunción mas sañuda. Nunca conoció a sus padres, se crió en un orfanato donde la azotaban con pencas, huyó, sobrevivió a dos razias en las que el aire dinamitaba con su polvareda el fértil suelo de las tierras en las que ella se dio cuenta que era incapaz de dar vida. Huyó nuevamente, la miseria la llevó a trajinar leoneras, esas casas de citas que dicen sirven para sacar de apuros, pero ella se metió para quedarse bastantes años, conoció a un truhán que se adueñó de ella doblegándola y esclavizándola, no fue necesario darle muchas vueltas para consumar el episodio patibulario donde se vengó desollándolo y quemándolo, huyó otra vez, enfrentó el cáncer, enfrentó la soledad, los escupitajos de un nuevo continente donde la veían como espécimen de sub-orden, hizo dinero refinando su mancebía, ahorró lo suficiente, volvió a su país con los carteles de gran dama del viejo mundo, compró un bonito chalet donde conservaba una foto que la enternecía, era la foto que se tomara en la Place de la Concorde con una niña que tenía el mismo color de sus ojos, la misma forma de su nariz, el laceado de su cabello, (era su vivo retrato solo que en pequeño), y ahora muchas décadas después de que el soplete hubo estado candente, la frialdad del otoño, la musica bethoviana y sus rosas, la tienen como dopada de su pasado que no le place rememorar, quiere traslapar ese estigma de haber pertenecido a las filas de las ejercitadoras del oficio mas antiguo del mundo con otro oficio mas antiguo aun, el oficio de esculpir (Dios esculpió al humano y el humano la civilización) la inservibilidad guardada en su psiquis queriendo convirtirla en una nueva oportunidad donde el sol le caiga a la cara sin chamuscarla con sus rayos acusadores y el respeto se asperje por donde fuera con un “Ma belle madame, le jour est plus beau à votre grâce”

viernes, 30 de octubre de 2009

Historia de un nerd (recontra-nerd)

Era una tarde vísperas de culminar el año cuando me invitaron a una reunión que al culminar me dejó en el paroxismo. Cursaba noveno grado. Yo era parco, dado al estudio. Apenas si me insertaba en las actividades amicales del salón. Hasta que me pasó algo con Darya quien me caía antipática por su arrogancia. Tenía razones para ser así: era tan bonita y popular como ella sola. Yo por mi parte me daba mi lugar. Sabía que por lo bajo me calificaban de nerd, asumiendo el apelativo con entereza. No es que no me doliera el sobrenombre, me dolía y mucho, pero cuando la tromba te cae es mejor ponerte a buen recaudo que acabar empapado, y así lo hice, me puse a buen recaudo recluyéndome con más ganas que nunca en el reducto del saber: la biblioteca.

La tarde a la que me refiero estaba yo de lo más concentrado cuando Darya con su cuaderno y un libro abiertos se puso a mi lado. ¡No entiendo, no entiendo!, dijo. Y sin mirarme se puso a hacer anotaciones. Luego de un rato otra vez salió con su monserga de ¡No entiendo, no entiendo!, pero añadió mirándome, ¿Tú entiendes? Yo que me había propuesto tratarla con indiferencia cuando me sonrió me desarmó. Pero no cedí. “Más o menos le contesté”. Ella notó en mis afectadas mímicas el sello hostil. No dijo más y calló. Yo que creí que lo que había dicho era pura alharaca me sentí azorado cuando vi que se estaba esforzando para que le salieran los ejercicios de física. Me paré, fui a la fotocopiadora y saqué copias de los resultados que yo había obtenido. Por un costado se los entregué y me senté. Las miró de reojo. Por un momento pensé que me las iba a despreciar. Pero no. ¡Gracias por tu solidaridad, pero si alguien no me explica no lo entiendo! Esa frase me apisonó por completo. Toda la tarde me la pasé aleccionándola. La tildé de completa tonta, pero demostró no serlo. Siendo casi las cinco sus amigas vinieron a buscarla. ¡Darya, qué pasó, te estamos esperando!, le dijeron. ¡Pues ya voy en un rato!, les contestó. A mí por supuesto ni me miraron lo cual hizo que otra vez el desconcierto se maridase a mi ostracismo social. Cuando sus amigas se fueron comenzó a acomodar sus apuntes. ¡Ya regreso, voy al baño!, me dijo de pronto. Moví la cabeza en asentamiento. Al regresar su rostro se había tornado mayestático, como si estuviese a punto de ir a una cita. ¿Por qué no te vienes conmigo?, me dijo mientras yo seguía repasando algunas fórmulas. “¿Qué, a dónde?”, le retruqué. “Tú sígueme nomás”.

Era el grupo cool al que tenía enfrente. Estaban en un salón ubicado en la parte en la cual se encontraban las instalaciones vejestorias del colegio. Mirarme fue como mirar a un espectro. A Darya la miraron como si la inquiriesen tácitamente el por qué me había llevado. ¡Él también va a jugar!, dijo señalándome. Si yo me sentía aturdido, ellos y ellas ni qué decir. Me puse sudorífico. ¡Creo que mejor me voy!, dije. “Oh no, no lo harás”, reaccionó. ¡Darya qué te pasa!, le refutó una de sus amigas. ¡Traer a…!
Y no acabó su frase peyorativa porque se fue. Aquella reacción fue algo natural para mí pues yo para ellos no era pasible de respeto. ¿Y qué hay de ustedes?, preguntó. ¡Te pasas de la raya, ah!, ¿Qué te has fumado, eh?, ¡Ya sólo falta que nos traigas a los que duermen en el parque!, fueron algunos de los comentarios que se rastrillaron mientras salían.

Nos quedamos solos. A Darya se le notaba con el semblante desairado, pero aun así se repuso. ¡Pues bien, juguemos!, dijo acercándose a una esquina de donde agarró una botella. “¿Sabes jugar botella borracha?”. De saber, lo sabía, pero de a oídas. Como no contesté ella prosiguió, “Es un juego donde se prueba hasta qué límites puede llegar uno”. Me hizo sentar sobre uno de los cojines que estaban sobre el suelo, sentándose ella también. Me explicó las reglas sucintamente, “Pico, mandas; base, obedeces”. Giró la botella y el pico acabó apuntándome. “Mandas”, dijo. Estaba nervioso, no sabía qué mandar, me parecía un atrevimiento, una prerrogativa de lo cachafaz. “Vamos, hazlo con toda libertad”, acotó. “Quiero que me digas por qué me trajiste aquí”, fue mi orden hecha pregunta después de una considerable dilación. No se hizo bolas, “Por haberme ayudado”, contestó. Volvió a girar la botella apuntándole esta vez el pico a ella. “Antes de ordenar quiero que me digas, ¿alguna vez has besado a una chica?”. Aquella pregunta descuajeringó mi circunspección. Comencé a ponerme trémulo. La vi acercarse. Hice un escarceo de reposición. “Salvo que me beses la respuesta es no”. No obtuve el efecto reconfortante que esperaba. ¡Cierra los ojos!, me ordenó. Podía sentir su perfume rozarme el tegumento, hacharme los folículos. Mis mejillas se coloraron en bermejas. La humedad de sus labios se posó en los míos como si un repentino rocío calase en un páramo. Fue rápido pero intenso. Desde esa vez ya no soy el mismo. Cada vez que voy a ese salón me sobrecoge un difuso sentimiento que tiene sabor a redención y sacrilegio.

lunes, 26 de octubre de 2009

Eclipse

Eclipses que son de seda, algunos de lija, que eclipsan nuestro visor o alguien se encarga de eclipsarlo. No hay necesidad de darle un portento melodramático, ¿por qué tendría que darsele? ¿qué sentido tiene? Da lo mismo cerrar los ojos que ponerse gafas para pasar por la garita de los reflectores donde los estiletes con sus deletereas viscosidades se incrustan con escarnio a nuestros epitelios. No hay forajido que tenga el podio asegurado. Vendrá otro de mayor rankeo, más avezado y le raerá el marbete. Quedará el primero como un escuálido, y el que lo releve como un escualo, claro está no a sus propios ojos, sino a ojos de la cazuela que lo vitupereara con el cinismo que por la espalda le reconoce cual papel que le pega mediante un abrazo, “Eres bravo ah, saqueas las arcas a costa de esos pobres ganapanes que se la tienen que ganar con el sudor de la coronilla, tú piola nomás basta una aceitada y quedas pulento”, “Eres bravo ah, con todas las jermitas que te levantas, hasta se las quitas a los giles que te llaman amigo”, “Eres bravo ah, manejas alcoholico, lisias a un par de cojudos que se cruzaron en tu camino, y después de haberte tensionado, un par de llamadas, el fiscal, el juez, y les recuerdas los agapes de la facultad en el Habana”. Es así, la gente a los pobres diablos les lanza estiércol, a los pendejos soterrados loores. De allí que se deriven la seda y la lija, de allí la maníquea e informe cualidad de la justicia que condena con laureles a quienes han sido transfronterizos, llamése tipos de catadura arribista sin importarles el cómo, solo el qué para llegar al poder que los vuelve terriblemente zotes. Ya nos pasa, tenemos ejemplos que en idiotez forajida son unas verdaderas deidades. Nos hacen eclipsar con una clepsidra que dura cinco años. Nos hacen ver la tiranía como una ridiculez que mas nos da vergüenza, ¡¡¡¡vergüenza ajena!!!, se creen tiranos pero ni en eso pueden descollar porque el tirano tiene un juicio torvo pero a la vez congraciante de darle lascas a los perrillos plebeyos, mendrugos que los consuelen pues quien esta acostumbrado al hambre con poquito siente que tiene bastante; pero con estos otorongos ni eso, ¡ni eso!, trabajan para el éter bufonesco como si fueran macacos que juegan a quién descascara más rápido las bananas, luego tropiezan, y luego nada, seguimos eclipsados contentándonos con que venga METALLICA. ¡¡Vaya, vaya, con estos jales si que estamos en los peldaños primermundistas!!!

sábado, 17 de octubre de 2009

Poder decirlo

Por qué ocultamos el punzón que guardamos en la lengua, por qué evitamos hacer una inmolación cuando alguien en la calle bota la basura y de lo mas normal prosigue su camino, o cuando una pareja discute y el patín le pega a la patina generalmente zampándole una cachetada, (u osadamente un combazo), o cuando hay personas que orinan cobijándose tras el árbol de un parque, o tras una pared descascarada, o cuando vemos que los que se creen vivos no quieren hacer su cola y se pasan de frente aduciendo un montonnnnnnnnnnn de objeciones poniendose incluso matonescos cuando se les dice que hagan su cola, o por que la gente no dice nada a los microbuseros cuando se detienen en paraderos no asignados, por qué ese afán pusilánime de hacernos de la vista gorda, por qué somos quedados, ¿¿¿¿por qué, por qué, por qué???????, ¿por qué no lo podemos decir?, ¿por qué hay ese chip silente en nuestras mentes?


¡Que tengan un reflexivo fin de semana!