viernes, 6 de noviembre de 2009

Albricias de una nueva oportunidad

La viejecita que camina llevando la bonita cesta que se columpia en su antebrazo, que lleva el perfume de santa que le hacen ganarse una irreductible simpatía, que hace crispar su soledad dándoles de comer a los pajarillos que vienen a su pequeño jardin, lleva un sarcófago de vivencias tremebundas, lleva un gramófono de los quejidos más indelebles, lleva los óleos de la compunción mas sañuda. Nunca conoció a sus padres, se crió en un orfanato donde la azotaban con pencas, huyó, sobrevivió a dos razias en las que el aire dinamitaba con su polvareda el fértil suelo de las tierras en las que ella se dio cuenta que era incapaz de dar vida. Huyó nuevamente, la miseria la llevó a trajinar leoneras, esas casas de citas que dicen sirven para sacar de apuros, pero ella se metió para quedarse bastantes años, conoció a un truhán que se adueñó de ella doblegándola y esclavizándola, no fue necesario darle muchas vueltas para consumar el episodio patibulario donde se vengó desollándolo y quemándolo, huyó otra vez, enfrentó el cáncer, enfrentó la soledad, los escupitajos de un nuevo continente donde la veían como espécimen de sub-orden, hizo dinero refinando su mancebía, ahorró lo suficiente, volvió a su país con los carteles de gran dama del viejo mundo, compró un bonito chalet donde conservaba una foto que la enternecía, era la foto que se tomara en la Place de la Concorde con una niña que tenía el mismo color de sus ojos, la misma forma de su nariz, el laceado de su cabello, (era su vivo retrato solo que en pequeño), y ahora muchas décadas después de que el soplete hubo estado candente, la frialdad del otoño, la musica bethoviana y sus rosas, la tienen como dopada de su pasado que no le place rememorar, quiere traslapar ese estigma de haber pertenecido a las filas de las ejercitadoras del oficio mas antiguo del mundo con otro oficio mas antiguo aun, el oficio de esculpir (Dios esculpió al humano y el humano la civilización) la inservibilidad guardada en su psiquis queriendo convirtirla en una nueva oportunidad donde el sol le caiga a la cara sin chamuscarla con sus rayos acusadores y el respeto se asperje por donde fuera con un “Ma belle madame, le jour est plus beau à votre grâce”

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