domingo, 13 de septiembre de 2009

El Gordo

No se puede hacer dijo el Gordo cuando le dijimos que lo haríamos, y que si contábamos con él nos lo hiciera saber. Él sin mucho de que aspaventarse y directo como es, nos dijo que no se puede, que no, no y no. Pues bien, eso de tratar de convencerlo a nosotros no nos movió pero eso sí nos aseguramos de que se fuera para su casa y que se mostrara de lo más normal pues siempre que había una extraña situación él se ponía nervioso.

Pues bien iniciamos la marcha para llevar acabo lo que habíamos planeado. Teníamos que entrar a una casa que quedaba a unas cuantas cuadras. Era una casa abandonada y de la que se decian muchas cosas raras que siempre salen a flote como que hay aparecidos, sonidos misteriosos y un largo etcétera.

Fuimos pues. Eramos seis premunidos de linternas. Salvo la parte exterior por dentro era oscuro. Pensamos en echarnos para atrás. Nuestra meta era entrar y activar las luces. No era tan difícil, lo supusimos. De un momento a otro hicimos nuestro ingreso. Se escuchaba un crepitar extraño. Quisimos asustarnos, porque se escuchaban pisadas.

Grande fue nuestra sorpresa cuando descubrimos que era una guarida de gatos, que digamos no nos miraban con mucha cortesía que digamos. Sus ojos relumbraban cuando les apuntábamos con las linternas.

Salimos de allí, nos fuimos a comer y luego cada uno a su casa.

Cuando el Gordo me llamó le dije que Sí habíamos podido entrar y que no había pasado nada salvo que el Truli había decidido adoptar uno de sus gatos contra su voluntad y que algunos arañazos, que se verían el lunes en el colegio, eran la prueba de que imponerse al minino no le había sido fácil.

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